Un agresor es una persona que depende de la víctima para mantener su autoestima. Se siente maltratado por una sociedad que no ha cumplido sus expectativas, lo que le dificulta relacionarse con otras personas. Aunque puede tener un ego elevado, su autoestima es frágil. A menudo es egocéntrico y carece de capacidad para sentir remordimientos, lo que le lleva a manipular y explotar a los demás, sustituyendo el amor por el control.
La violencia física está estrechamente ligada a la violencia emocional, la cual también se manifiesta en la violencia sexual y económica, convirtiéndose en una constante en la vida del agresor.
Las personas que no logran un desarrollo social, intelectual, emocional, productivo y de personalidad adecuado, o que han experimentado fracasos escolares, tienen mayores probabilidades de convertirse en agresores.
Algunas situaciones que pueden llevar a una persona a convertirse en agresor incluyen:
- Ser víctima de maltrato infantil, aprendiendo así a relacionarse a través de la violencia.
- Fracaso escolar y personal, que a menudo se traduce en el abuso de alcohol y drogas.
- Creencias sexistas y prácticas discriminatorias que legitiman la dominación sobre personas vulnerables, como mujeres, niños y adultos mayores.
Medidas Específicas para Combatir la Violencia:
- Un sistema de justicia más eficaz que proteja a la víctima y detenga al agresor.
- Programas de atención a agresores.
- Programas de atención psicosocial a las víctimas.
- Mayor conciencia social frente a la impunidad.
Es fundamental que la educación, tanto en el ámbito familiar como escolar, se enfoque en prevenir todo tipo de violencia, enseñando a los niños a no aceptar ninguna forma de relación violenta.
El aprendizaje proviene de la observación, de la relación entre los padres, de la vivencia personal, de la relación afectiva y de la instrucción directa. Actitudes, creencias y valores desarrollan esquemas cognitivos y relacionales sanos.
Es crucial proporcionar claves para evitar desarrollar roles de víctimas y agresores, a través de la instrucción directa que fomente un pensamiento libre de violencia y el desarrollo de relaciones afectivas maduras y respetuosas.
La escuela debe ofrecer contenidos directos contra la violencia y programas específicos. De forma indirecta, puede ayudar mejorando la inteligencia emocional y el pensamiento crítico de los alumnos.
Enseñar a distinguir claramente las conductas que preceden a la violencia y las conductas asertivas de prevención, además de desmitificar creencias erróneas sobre el amor, como "el amor lo puede todo" o "puedo cambiar a mi pareja con amor". La violencia y el amor son incompatibles.
Marcela Barrera