Abuso es cualquier comportamiento encaminado a controlar y subyugar a otra persona mediante el miedo y la humillación, por medio de ataques físicos o verbales, pueden ser técnicas de intimidación, comentarios denigrantes e insultos, con la idea de que la otra persona se sienta incapaz impotente e inferior.
El abusivo, ante un incidente insignificante puede reaccionar de manera violenta y someter su pareja en un ataque de furia completamente desproporcionado, es muy probable que al poco rato se comporte con amabilidad y encanto, creando un estado de profunda confusión en su pareja. Ante esta confusión el agredido puede tratar de justificar la conducta violenta del otro, sabe que hay algo mal pero no reconoce el incidente como violento, le resta importancia e intentará ponerle un nombre menos realista a la situación.
No estoy
hablando de la pareja que en algún momento de frustración se desahoga con su
compañero o compañera, y que es capaz de asumir su responsabilidad en el
episodio y sentirá remordimientos por haber lastimado a la persona que ama.
Sino de aquellas personas que no reconocen su responsabilidad y que,
contrariamente culpan a la pareja de provocar sus actos violentos.
Cuando el agredido acepta, por primera vez, que la pareja ataque su
autoestima, la insulte o incluso la agreda físicamente con un jalón o empujón,
está aceptando que la agresión se siga repitiendo. Así caemos en el juego que
va de la agresión a la disculpa y de la violencia a la seducción con lo que
adoptamos patrones de conducta muy dolorosos.
La o el
agredido muchas veces se siente o lo hacen sentir culpable y responsable, pues
piensa que provocó a su pareja, el agresor refuerza esta idea haciéndole creer
que sus palabras y conductas son las que provocan sus respuestas violentas.
La
persona violenta espera que el otro u otra adivinen sus pensamientos, deseos y
necesidades, sin expresarlos, busca que su pareja tenga como prioridad el
satisfacer dichas necesidades. Él o ella, debe estar dispuesto a propiciar
amor, apoyo, adoración, aprobación y estímulos sin reservas. El agresor se
desilusiona muy fácilmente de su pareja y se dedica a acusarla
responsabilizándola por todo lo que no va bien en la relación y por sus
conductas agresivas.
Para él o
la abusadora es fundamental tener el control en la pareja, por eso busca
relacionarse con una persona que en nombre del amor esté dispuesta a dejar de
lado sus propias necesidades, su autoestima, su libertad, su desarrollo
personal y profesional o incluso a su familia y amigos con tal de agradar al
otro.
En una
pareja sana y estable a través del diálogo y el compromiso se puede negociar
llegando a acuerdos que equilibren las necesidades y dificultades de los dos.
En cambio, en una relación abusiva una de las partes debe siempre tener el
control, siempre gana y si no, se frustra entonces aparecen los estallidos de
cólera y/o violencia física, psicológica, sexual o económica. Un tono de voz
elevado, gritos, insultos, humillaciones hacen esta experiencia muy
dolorosa.
Otra
forma de manifestar el abuso es a través de críticas constantes, a través de
dañar la autoestima del otro buscando convertirlo o convertirla en la persona
ideal.
Un tipo
de abuso es convencer a la pareja de que sus percepciones sobre la realidad son
incorrectas, haciéndole creer que todo lo mal interpreta, negando los
incidentes violentos o convenciéndola de su versión de los hechos. Y si él o la
que recibe el abuso trata de reaccionar con llanto o intenta defenderse, el
otro u otra aumenta su grado de agresión, responsabilizando al otro por eso.
Los celos
también son una característica importante en estas relaciones, porque se
convierten en la raíz de la conducta agresiva.
Negar del desarrollo personal y profesional de la pareja, en donde las cosas
que a él o a ella le gustan, le interesan o le apasionan no son importantes,
son tonterías y necedades a las que tiene que renunciar por amor, generando
dependencia donde se le entrega al otro el control de la relación y de la vida.
Es muy importante tener presentes estos patrones de conducta en una relación abusiva, detectar estos focos rojos, pues muchas veces al estar dentro de una relación de este tipo, no tenemos la capacidad para distinguir y detener a tiempo estos abusos.
Tenemos el derecho a elegir si continuemos o no en esa relación, de decidir si realmente queremos seguir conviviendo con esa persona que nos hace daño. Debemos tener como prioridad amarnos para poder exigir a nuestra pareja amor y respeto, así mismo, no permitir que el miedo a ver la realidad o a estar solos nos lleve a vivir relaciones abusivas.
Marcela Barrera