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EL SILENCIO ES CÓMPLICE DE LA VIOLENCIA


 
                            




  


La violencia en muchas relaciones se ha convertido en un estilo de vida, muchas veces pensamos que es suficiente con que nosotros no seamos agresores, permanecemos pasivos y permisivos, guardamos silencio, pues creemos que es un problema de la persona que recibe la agresión, que no debemos intervenir, que no es tan grave, que la víctima tiene que solucionar su problema. Nosotros no reaccionamos por miedo, pena o por indiferencia o ignorancia y al hacerlo dejamos un mensaje: la violencia no es tan grave, es natural, puede seguir pasando.

Sin embargo, el punto está en que todos y todas somos responsables de detener este problema, que nos afecta a todos, teniendo la responsabilidad de trabajar en contra de la violencia, pues es un asunto público y no privado en donde el silencio nos hace cómplices.

Basta de silencio, basta de tolerar la violencia y de ser cómplices al permitir que siga pasando. El silencio no cura la violencia, no la desaparece, no la disminuye, al contrario la alimenta y la hace más fuerte, la violencia surge desde el ámbito familiar, y se genera desde la cotidianidad, a través de pequeñas bromas, gestos, miradas o actitudes hacia el más débil. Ante la indiferencia y el silencio de los que están al rededor. Si nosotros nos callamos dejamos sola a la víctima, si la víctima se calla permite la violencia y el agresor se hace más fuerte porque nunca pasa nada, porque el silencio lo encubre y lo protege.

Hay que romper el silencio, lo primero que debe hacer la víctima es hablar con sus familiares y amigos, grupos de apoyo o instituciones que ayudan a las víctimas de violencia, así empieza a tomar conciencia del problema y a encontrar soluciones. Cuando sabemos que alguien está viviendo violencia intrafamiliar, debemos hablar con él o ella, que sepan que no están solos, que se sientan más fuerte, que empiecen a reconstruir su autoestima y su dignidad, que retomen el control de su vida creando así un circulo de apoyo. Y ayudando a establecer un plan general de seguridad, buscando centros de ayuda, recursos psicológicos jurídicos e incluso albergues, que los pongan a salvo.

Es importante denunciar la violencia, si ya alcanza tintes de delito el agresor recibirá la sanción correspondiente, pero además la ayuda necesaria para controlar sus impulsos agresivos y canalizar de manera sana su estrés y frustración.  La víctima recibirá seguridad y el derecho a una vida sin violencia, un futuro estable con dignidad y esperanza.

                                                                                MARCELA BARRERA


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